26.3.13

Me gustaría que...



Me Gustaría
Me gustaría tener un corazón que automáticamente marcara mi vida a ritmo de una buena base de rap cuando buenamente a él le diera en gana: SFDK, Violadores, lo que sea… y que de cuando en cuando fuera él quien me hiciera mover mis enormes pies camino hacia la calle con la mayor cuesta. Que cambiara la canción como un “suffle” eterno y que yo no pudiera prever que estilo de música necesito, pero que sí que notara mi reacción ante mis estados de ánimo.
Ya bien sea triste o excitado, que me diera alimento para que yo me sintiera capaz de caminar al ritmo de una música que no fuera la que yo seleccionaría de forma cognitiva.

Me gustaría poder decir que el tacto de un balón de basket, es el tacto crudo de la cruda realidad, la que te indica cuanto te has dejado por tiempo o por pereza para poder levantar la bola con la misma sutileza y ganas que se levantan mochilas llenas, libros gordos, cajas de latas, cajones de cerveza, ánimos, motivaciones  y fuerzas para seguir adelante.

Me gustaría poder decir que soy muy bueno jugando al baloncesto, pero sólo soy lo que soy, lo que me nace, lo que entreno, lo que me dejo dentro de la cancha y lo que traigo de fuera. La fuerza que transmito a mis compañeros, a mis colegas, a los que se dejan enseñar, y a los que yo dejo que me enseñen, que año tras año sigan viniendo porque les gusta lo que les regalo, mi energía, mi ánimo, mi alegría cuando alguien cumple su palabra de que con la gravedad sólo hay un deporte que pueda jugar con ella. El baloncesto; la fatídica, la casuística, la maravilla de lanzar un balón con la imagen de la canasta que vas a encestar y que se cumpla, seduciendo en cada acción a esa ley con la que bailamos, circunstanciados por nuestra cinética, nuestro valor y nuestro talento.
Me gustaría que nunca acabara, que nunca desaparezca esa química que se crea entre malos jugadores de basket porque entre nosotros aprendemos a ser mejores, y los que como yo, que no podemos ser mejores, trasmitirles nuestra sapiencia, vasta, sencilla, pero de la que luego alardean los cracks que llegan lejos y recuerdan la humildad de asumir una derrota.
Porque derrota tras derrota se aprende mejor que siendo el peor de los ganadores, que creen que por formar parte del equipo que gana, se es automáticamente un ganador. Sólo se es ganador cuando sabes mucho de la derrota y aún a pesar de su peso, se lucha por la victoria siendo parte de los derrotados y creyendo que lo que fue derrota, ahora va a ser victoria, porque no solo depende de las estadísticas, sino de la fuerza del colectivo.
Y digo más. Me gustaría que permaneciera la leyenda, de creer que en miles de canchas callejeras, hay gente que cultiva el gusto por un deporte que va más allá de la competición y de la competitividad y ser capaz de sentir que con muchos años más, la misma emoción cuando el peor de mi equipo anota inverosímilmente una canasta que ninguno preveía. Sentir que el deporte se convierte en filosofía y que todo lo que se da en el campo, se vuelve a casa convertido en química, endorfina, adrenalina, sudor y agujetas. Esa magia es la que me levanta de la cama los domingos por la mañana este como esté y que desea que vistiéndome con mis humildes prendas deportivas voy a alegrar a más de uno, y a desesperar, cuando me toca a mi ser el protagonista de la acción del partido a 7 puntos, como se juega en la calle, cuando otros espera fuera, y que al beber de la fuente del parque municipal uno se sienta especial…