El hombre que sabía tu pasado.
Esta semana me gustaría probar un micro-relato que viaja del
presente al pasado. No soy un buen escritor pero me gusta jugar con estas
cosas, y además como me imagino las imágenes, pues me divierto, como vosotros
espero, y lo pongo por delante para que se entienda mejor.
El viento que corría por la calle hoy era peleón, todo lo
que hicieras tenía un insistente rumor de arboles golpeando sus ramas con otras
con violencia, y hacía tirar el cartel de la calle que ponía el bar para atraer
a más clientes. Los del cruce con la calle principal, más en concreto, que
salían del trabajo o de compras y que sí tenían dinero para hacer buen gasto en
el local.
Pero en el bar donde antes solíamos ir un par de veces por
semana a remojarnos el gaznate y a arreglar el mundo, veías cada vez más gente
que en vez de venir cuando terminaba de trabajar o los fines de semana, entraba
gente cargada con currículos o personas que pagaban con muchos céntimos,
rompiendo la hucha de las vacaciones, a tomarse algo rápido y a seguir.
Porque efectivamente estábamos en crisis, y todos lo
notábamos, bueno, al menos aquellos que habíamos advertido que la bonanza
económica de hace unos años estaba llevando a compras compulsivas y a excesos
superficiales que no tenían sentido, porque todos saben que el dinero fácil,
fácil se va y ¡qué demonios! Los que nunca hemos tenido mucha pasta, siempre
hemos estado en crisis, y sabemos navegarnos entre acreedores y pagos de
recibos…
La ciudad siempre había funcionado como un gran hormiguero
donde o bien en coche, transporte público, o caminando, ibas y venias en un
fragor excitante de idas al teatro, a las tiendas, a una reunión o donde fuera.
Pero ahora…
Ahora, después del crack de la bolsa, la gente se queda en
casa para no gastar, se desplaza lo estrictamente necesario, y organizando sus
trayectos, muchas personas están crispadas y con mala cara, los negocios
cierran o se alquilan, cada vez hay más mendigos en las calles menos céntricas
y todo se vuelve de un tono sepia neutro como las caras de los policías que
merodean a gente manifestándose, a traficantes ilegales, coches mal aparcados,
a políticos que entran protegidos a sus reuniones y en resumen, merodeando a
una sociedad muerta de miedo.
Nostalgia de tiempos mejores es lo que se respira hoy, en
1931 y aquí en Baltimore, la gente que queda, la que no se ha marchado ya,
hastiada de no poder conseguir trabajo, aunque sea mal pagado, se repliega
hacia sus seres queridos y amistades para soportar este temporal que ha vuelto a
colocar a los pobres en su sitio, dándole más dinero a los ricos, digamos a
aquellos que no tienen problemas en cerrar una empresa por venir de familias
adineradas (ya bien sean judías o no) o poseer incontables (por aquello de no
declarables) bienes que le aseguran una vida tranquila.
Por suerte somos una sociedad concienciada y los que tenemos
trabajo damos gracias por poder pagar nuestras vidas y poco a poco irá
mejorando la economía, hasta que un día con un poco de suerte, podamos ahorrar
para irnos de viaje a, por ejemplo a Europa, ahora que parece que la guerra
mundial ha terminado y podemos saber con seguridad que occidente ha aprendido
la lección, y es que siendo un pueblo sostenible que no malgasta, hará entender
a sus gobernantes que no hace falta entrar en otra guerra que proteja sus
beneficios… ¿O sí?
Aquí os dejo una maravillosa pieza de Henri Mancini - The Village Inn que forma parte de la Pantera Rosa, a la que le he añadido efectos de sonido para que pareciera que estan en un bar de la costa azul, por ejemplo...
Aquí os dejo una maravillosa pieza de Henri Mancini - The Village Inn que forma parte de la Pantera Rosa, a la que le he añadido efectos de sonido para que pareciera que estan en un bar de la costa azul, por ejemplo...