16.5.15

Música en Directo.

Con las cejas arqueadas cóncavas escucha uno la acústica del sonido, intentando aislar en la mente los ruidos clásicos de un local con copas, conversaciones educadas y maleducadas, con, además notificaciones del móvil que se incorporan a otro sonido más de la ciudad como los claxon de los coches o las señales sonoras del metro o del tráfico, risas, aplausos, cafeteras, el crujir de papas y cientos de microruidos más, envuelven esa magia que tiene los conciertos en acústico que frecuentan pubs y restaurantes.

Tienen una cercanía que mezcla nervios, olores, cambios de temperatura y contrastes que crean un asfalto especial antideslizante para imaginar situaciones y recuerdos que yo personalmente adoro; engancha independientemente del estilo, y si los músicos ponen de su parte y proyectan su energía para el disfrute egoísta del espectador, nos recuerda que por mucha información digital que poseamos a nuestro alcance no hay nada como la experiencia real de las personas.

Y es que si yo pudiera, me bilocaría para cotillear por los antros, entre penunbras, tomando una copa, detectando que canción versionan o que recursos musicales nos regalan. Pero de un tiempo a esta parte, lo que más me apetece es estar dibujando mientras sucede; en general, me gusta hacer de todo con música de fondo, pero cuando no puedes controlar el playlist, y es el concierto el que te marca el ritmo, saboreas mejor lo que te ofrecen.
Bohemia, le pueden decir, yo no sé que etiqueta ponerle, sólo sé que es un placer que no me quiero perder, para sentir que se puede viajar sentado en una silla, mientras miras como unas cuantas caras se centran y se descentran, recuerdan o esconden emociones después de cada aplauso, como siempre hay uno que se viene arriba y se quiere quedar hablando con la parte del músico con el que ha conectado y no se da cuenta que el otro se quiere marchar a fumar o a beber o a desmontar o a buscar a esa amiga que ha venido a verle y todo va armoniosamente vibrando de forma más natural hasta que el silencio o al menos el sonido ambiente vuelve a su forma tradicional.

Por eso, siempre que me sea posible, no quisiera nunca dejar de formar parte de ese entorno, de manera activa, pues entrena nuestra capacidad de escuchar, tan cara de obtener hoy en día. Porque los mega conciertos son un espectáculo bestial que nos lleva a otra cosa, la excitación de saberse las canciones o fijarse en la selección de las mismas, el deslumbramiento de la iluminación, las ganas de bailar y disfrutar viendo como miles de personas gozan con lo mismo que tú pero fuera de la intimidad de nuestro cuarto o de nuestros auriculares. Hoy quería expresarme sobre esto. Y ya está.